Sueña alto, sueña fuerte, sueña …
¿Es la vida un sueño?, ¿un sueño bonito, un mal sueño, un sueño recurrente?
¿A qué responden los sueños?, ¿de dónde vienen?, ¿tienen algún significado?, ¿qué influye en la posibilidad de soñar? ¿Por qué nos resultan tan enigmáticos los sueños?
¿Son libres los sueños?, ¿se cumplen los sueños?
¿Cambian los sueños?, ¿dejamos de soñar como niños y pasamos a soñar como adultos? ¿Implica inocencia soñar?
Hace años que la ciencia trabaja en dar respuesta a muchas de estas preguntas, se formulan teorías y se hacen hallazgos relevantes pero sigue habiendo un halo desconocido alrededor de algunas de estas cuestiones. Personalmente prefiero quedarme con la versión romántica, con esa de que los sueños tienen un significado más amplio y complejo al mero hecho de que respondan a nuestras experiencias, emociones y deseos. Prefiero quedarme con la versión que me da la libertad de creer lo que yo quiera creer de mis sueños porque mis sueños son míos y quiero seguir soñando aunque ya esté despierta.
No quiero una explicación científica para todo, no quiero darle sentido a todo lo que pienso, siento o sueño. Quiero que un sueño siga siendo eso, un sueño y no convertirlo en una rana a punto de ser diseccionada.
Huyo de todo aquel que quiere darme una explicación absolutista de por qué las cosas son como son.
Huyo de todo aquello que quiere poner orden a mis emociones.
Quiero enfadarme, frustrarme, reír y soñar.
Quiero seguir conservando esa parte de inocencia y de ingenuidad que caracteriza a la niñez, no quiero saberlo todo.
Quiero seguir sorprendiéndome y vibrar con mis sueños.
Quiero ir a trabajar por la mañana absorta en lo soñado la noche anterior o en los pequeños rastros que van quedando a medida que pasan las horas, saborear mi sueño hasta que se desvanece.
Sueña y no te preguntes por qué.